Noemí Torres (27) juntaba peras del piso en una fábrica de empaquetamiento de frutas, en el valle del Río Negro, cuando una máquina se enredó en su larga cabellera. No logró zafarse y sufrió un desprendimiento total del cuero cabelludo, desde las cejas hasta la nuca. Quince horas después, Noemí ingresaba en los quirófanos del Hospital Universitario Austral (HUA), donde cirujanos del Servicio de Cirugía Cráneofacial y del Servicio de Cirugía de Cabeza y Cuello lograron reimplantarle el cuero cabelludo.
Existe un solo antecedente de esta cirugía en la literatura médica nacional, lo cual convierte al caso de Noemí en uno de los únicos.
“Me agaché y la máquina me agarró el pelo”
Era la hora de la siesta, el sábado 16 de marzo del 2011 en la localidad de General Roca, cuando Noemí Torres, una mujer de baja estatura y pelo negro largo, limpiaba el piso de la fábrica donde trabajaba, sin saber que esto le provocaría un terrible accidente. “Se habían caído peras de la cinta transportadora de frutas, así que me agaché y la máquina me agarró el pelo, y me lo arrancó. Por suerte, porque sino las chances de sobrevivir eran mínimas. Fue tan rápido que en el momento no lo sentí. Después, me toqué la cabeza y empezó el dolor, como si me hubiesen estado cortando con miles de cuchillos a la vez. Siempre estuve consciente. Me tapé con la capucha de mi saco, no quería que nadie me viera. Mis compañeros se quedaron en shock. Yo me quedé arrodillada, llorando y gritando que nadie se acercara, que no me tocaran”, relató Noemí.
Como la ambulancia no llegaba, sus compañeros la vendaron y la llevaron en al centro médico local, Juan XXIII. Llamaron a la policía que, sabiamente, guardó el cuero cabelludo de Noemí en una bolsa con hielo, lo cual permitió que se conservara en condiciones para ser luego reimplantado. “De otra manera el tejido no hubiera sobrevivido”, adelantó el Dr. Cristian Schauvinhold, cirujano del Servicio de Cirugía Plástica Infantil y Cráneofacial del HUA. Lo último que recuerda Noemí es abrir los ojos y encontrarse en un avión sanitario, rumbo a Buenos Aires.
“Pensamos que iba a ser imposible reimplantarle el cuero cabelludo”
La garra de la máquina transportadora de frutas hizo a Noemí lo que los indios del Lejano Oeste a sus prisioneros: “Un scalp o desollamiento completo del cuero cabelludo.Se desprendió con todos sus componentes: piel, la parte superior del músculo frontal y tejido de la frente, en una extensión que abarca desde la raíz de la nariz y parte de ambos párpados superiores, hasta la nuca”, explicó el Dr. Schauvinhold. Un colega de él, el Dr. Roque Adan, consultor de microcirugía del Servicio de Cirugía de Cabeza y Cuello del HUA que dirige el Dr. Pedro Saco, fue contactado por el staff del hospital municipal de General Roca, para averiguar si podían derivarla al HUA.
Básicamente, la operación, que duró seis horas, consistió en revascularizar el cuero cabelludo de Noemí, es decir, “reconectar” arterias y venas mediante un procedimiento conocido como anastomosis. “El tejido se puso primero azul, indicando quizás un fracaso, pero igual decidimos seguir adelante y paulatinamente recuperó su color normal luego de 48 horas”, describió Schauvinhold.
“Salió mejor de lo que esperábamos —reconoció—. Se hicieron dos anastomosis venosas y dos arteriales. Perdió muy poco pelo, en una zona, pero el resto le crece normalmente. El músculo de la frente se preservó, así que puede fruncir y gesticular. La única secuela es la pérdida de sensibilidad en la parte superior de la cabeza. El fracaso de la operación hubiera sido devastador para Noemí, ya que las alternativas reconstructivas que existen distan de ofrecer un resultado óptimo”.
Curar por dentro
La recuperación de Noemí fue exitosa. Al día siguiente de la cirugía, caminaba, y, al cabo de una semana, estaba en condiciones de volver a su casa, con sus dos hijas de 11 y 13 años. Le quedan las cicatrices a la altura de las cejas y al costado de los ojos, recordatorio permanente del trauma. Se toca el pelo constantemente; tiene “miedo de que vuelva a desprenderse”.
La cirugía tomó solo seis horas, pero recuperar la autoestima será un proceso más largo. Noemí, acostumbrada a su pelo largo, lo lleva ahora a la altura de los hombros. Aceptar las cicatrices fue otro motivo frecuente de llanto: siente que la gente la mira y se cubre con anteojos para disimular las marcas.
Pero la cirugía estética llegará pronto y el accidente quedará en el pasado. “Gracias a Dios tengo pelo, cejas, no puedo dejar de pensar cómo hubiera quedado si los esfuerzos de los médicos no hubieran dado resultado. Hoy, entiendo que hay que tomarse más tiempo, que no hace falta apurarse ni correr en la vida. Que hay que vivir el día al máximo”, aseguró.
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