Una charla imperdible con Matías Jiménez. Su querido pueblito Apóstoles en Misiones. Sus duros comienzos en las inferiores de Tigre. El debut en primera y todo lo que representa Tigre para este pibe que llegó y se quedó en el corazón del hincha.
Por Santiago Bianco
Pleno corazón de Victoria. Ahí está Matías. El misionero de Apóstoles. Un pueblito a 60 kms de Posadas, donde la tierra colorada cambia el color de las piernas de tanto jugar a la pelota, hasta que el sol mesopotámico desaparezca, aunque siempre hay tiempo de seguir pateando, si los arquitos están bajo la luz del farol de la calle.
Como buen misionero ya tiene lista el agua para el mate y las ganas de recorrer su historia. Quizás sesa cómo la de muchos pibes que llegan del interior con las alforjas cargadas de recuerdos e ilusiones, que quizás queden en el camino. Pero esta tiene un final feliz que Matías sigue escribiendo. Y además es nuestro.
“Lo único que me importaba era jugar a la pelota. Desde que llegaba de la escuela hasta que se hacía de noche, ahí estábamos con mi tío, que tiene mi edad, todo el día jugando”.
¿Lindo tu barrio?
“Sii, hermoso. Vivíamos a 7 cuadras del centro de Apóstoles y justo enfrente de casa estaba la placita del barrio, así que con sólo cruzar la calle ya estábamos en nuestra canchita y enseguida se prendían los pibes del barrio y se armaba el picado. Siempre los retos que llegaban desde casa, por que a las 6 de la tarde teníamos que estar merendando y nosotros no queríamos saber nada. La verdad que son unos recuerdos hermosos”.
¿Y cuándo volvés a tu pueblo?
“Uh no sabés lo que es. Toda la gente del pueblo me viene a saludar, imaginate que en un pueblo cómo el mío nos conocemos todos. Por ahí cuando voy allá y salgo a tomar algo con mi señora, empiezan: Mirá está Matías Giménez allá, y la verdad que no lo puedo creer, me parece imposible que me esté pasando esto. Y además la cantidad de pibes que hay con la camiseta de Tigre”.
Los recuerdos de su pueblo lo estremecen y le dibujan una sonrisa más amplia.Todavía, en su corazón, están muy cerca esas tardes donde chupaban mandarina y mango, para no perder tiempo de ir hasta casa a tomar agua y dejar el picado.
El fútbol seguía siendo su locura y probar suerte en Buenos Aires su sueño.
“Yo jugaba al fútbol de salón, y me habían convocado para una selección juvenil. Teníamos que ir a jugar un campeonato a Montevideo. Imaginate, en mi pueblo salí en todos los diarios y un amigo de mi viejo, me pregunta si no me quería ir a probar Boca. No terminó de preguntarme, que ya le había dicho que sí. Entonces me vine para Buenos Aires. Este hombre me hospedó en un hotel y estuve 3 meses a prueba. Pero finalmente Griffa me limpió y también me limpiaron del hotel”.
¿Ya te querías volver a Apóstoles?
“No, me quería quedar acá porque siempre tuve la ilusión de triunfar en el fútbol de Buenos Aires. Si bien sabía que era muy difícil, tenía el convencimiento de que iba a triunfar”.
¿Y cómo llegaste a Tigre?
“Yo estaba en contacto con Luisito Paraná, que estaba jugando en Tigre y además es misionero como yo. Entonces me preguntó si quería ir a probarme a Tigre. Y ni lo pensé, enseguida le dije que sí, por eso que te decía de querer triunfar en Buenos Aires”.
Corría el año 2002 y las cosas en Tigre iban de mal en peor. No era un buen momento para confiar. Pero el misionero se tenía una fe ciega. “Cuando llegué me vieron Von Forster y Agustín Belmonte. En la primera práctica hice un gol y jugué bastante bien. Entonces me mandaron a probarme donde entrenaban las inferiores y estaba Omar Cerrillo a cargo. Jugué y tuve la suerte de hacer 3 goles y ahí no más quedé. No era una buena época para las inferiores, casi ni pecheras para entrenar había. Pero no me importaba, yo quería triunfar y ni siquiera me importaba el viaje de todos los días, de González Catán a Benavídez”.
¿De dónde?
“Ja,ja. Claro porque cuando no quede ni en Boca ni en el hotel, me rescató un amigo de mi viejo, que vivía en González Catán y me bancó en su casa durante casi un año. Yo pedía en el club, que aunque sea me consigan una piecita para dormir, pero imaginate que, a pesar de las promesas, no me dieron nada. Lo que pasa, es que salía a las 5 de la mañana para llegar al entrenamiento, y volvía a las 4 de la tarde con un hambre bárbaro, llegaba al entrenamiento todo roto de tanto viaje. Además iba con la guita justa para el bondi. Menos mal que esta familia me ayudó, porque sino no hubiese aguantado. La verdad es que no sé de donde saqué la fuerzas para seguir”.
Las cosas fueron cambiando y cuando se instaló en la casa de la familia de Pablo Graff, un compañero de inferiores, que lo recibió con los brazos abiertos y tan linda es la relación que tejió con esta familia, que Pablo es el padrino de su hija Malena. La tranquilidad comenzó a aparecer y las ilusiones fueron tomando forma de realidad, cuando fue convocado para entrenar con el plantel de primera, en ese momento dirigido por Juan de la Cruz Kairuz. “Lo primero que hice cuando me dieron la noticia, fue llamar a Misiones con las únicas moneditas que tenía, para darles la novedad”.
Comenzaba un nuevo campeonato de la B Metropolitana, y cómo todos los años, Tigre arrancaba con las expectativas, que se hacían añicos a los pocos partidos. Pasan los partidos y los técnicos. En aquel primer semestre de 2003 ya todo era confusión. Las cosas comienzan a tomar otro color con la llegada de Ricardo Carusso Lombardi. “Llegó Carusso y empezó una limpieza bárbara, de la que me salvé. Hasta ese momento yo jugaba de delantero, pero Ricardo me dijo que me iba a poner de carrilero por la izquierda, y que en dos años iba a estar jugando en primera. Yo pensaba que estaba loco”.
Los problemas de alojamiento seguían siendo un dilema difícil de resolver. Habló con el técnico y este le transmitió el problema a los dirigentes; “Los dirigentes no querían saber nada con alquilarme un departamento. Decían que era mucho gasto y me estaban por dar el raje. Pero Carusso insistió y me consiguieron un departamento en San Isidro y viáticos. Les decía que me necesitaba para el equipo y que además era patrimonio del club y le iba a dar buenos dividendos”.
Acá ya cambió definitivamente tu vida.
“Empezó algo totalmente nuevo en todo sentido, en lo deportivo y en lo que tiene que ver con el crecimiento, porque esto me generaba alguna confusión en el manejo personal. Por ejemplo en la relación con la gente. Yo reaccionaba ante la primera crítica, y la gente me lo reprochaba, y tenía razón”.
¿Cómo viviste la llegada de Diego Cagna?
“Yo estaba en mi Misiones cuando firmó. Y la primera reacción fue la de pensar en la llegada de un tipo al que miraba por la tele, y había ganado un montón de títulos. En lo que a mí respecta, la llegada de Diego me hizo muy bien en la parte personal. Yo alternaba entre los titulares y el banco y además, la juventud y la falta de experiencia, me hacían tener actitudes caprichosas que no correspondían con el momento. Pero Cagna llegó y me puso los puntos. Eso me sirvió para crecer cómo persona y cómo jugador. Aprendí a callarme cuando debía”
Y el presente lo encuentra cómo titular y encima goleador. Desde aquel debut en la primera de Tigre el 16 de agosto de 2003 a este 2008, ha pasado el tiempo necesario, para dejar atrás a ese muchacho caprichoso. “Lo que estoy viviendo hoy es impensado, aunque siempre lo soñé. Me sorprende el reconocimiento de la gente en la calle. Todavía no lo creo y hasta me da vergüenza cuando me saludan. Pero el cariño de la gente, es impagable”.
Y hay momentos que Matías no olvidará jamás. Como cuando convirtió su primer gol en primera, en el Estadio Ünico de La Plata, frente a Cambaceres. Venía de una lesión y sobre todo ese día, se enteró que su hija Malena venía en camino.
Está contento este hombre que hoy es titular en la primera, del equipo sub-campeón del fútbol argentino. Esta feliz este pibe fruto de la tierra colorada, de su querido Apóstoles. Rodeados de sus afectos, de su señora, de su hermano que imita sus pasos y va bien encaminado, porque es jugador de las inferiores de su querido Tigre y de su querida hijita Malena. Por que cómo dice Matías Jiménez: “Este es mi club, acá hice las inferiores y logré dos ascensos. Fui sub-campeón y viví los mejores momentos. ¿Cómo no querés que lleve estos colores en mi corazón?
Y, si usted lo dice…