«Días después, los estudiantes argentinos de Medicina fuimos convocados a un encuentro con la presidenta de mi país en la ELAM y allí, para mi sorpresa, surge la pregunta hecha por Cristina de: ¿quién era Ana, la que le dio una carta a Raúl Castro en Santa Clara? Imagínese la emoción. Luego vino el beso en ambas mejillas a Raúl Castro, sentarme a su lado y recibir las felicitaciones de la mandataria argentina.
«Estaba tan nerviosa que casi no recuerdo lo que ella me preguntó. Sí de dónde era, a lo que respondí que de Don Torcuato, Buenos Aires, localidad que ella conoce muy bien (viene a comprar antigüedades). Antes, públicamente, la presidenta Cristina Fernández había declarado que mi carta era ya patrimonio de la Argentina.
«Raúl me pidió que me quedara a su lado y después de concluido el acto me tomé varias fotos junto a él. No las tengo aún en mi poder, pues, al otro día, bien temprano, salimos para acá, para Santa Clara.
«En mi país es muy difícil ser médico, pues resultan muy costosos los materiales y acá he logrado ese sueño. También mis padres aman mucho a la Revolución. Por eso, estar aquí es superimportante. También en esta ciudad se encuentran los restos del Che, lo que tiene una gran significación para los argentinos.
«En lo particular, Santa Clara representa el contacto diario con el pueblo cubano. Estoy en el Hospital Celestino Hernández y aprendo mucho cada día.»
La casualidad —protagonista importante en esta hermosa historia— quiso también que ayer viernes Ana cumpliera sus 23 años. Contenta por el onomástico, y mucho más por haber vivido la mayor experiencia de su corta vida, se despidió con las siguientes palabras: «No pude tener mejor regalo de cumpleaños.»
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