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lunes, 3 de noviembre de 2008

Hindú metió tres elefantes seguidos - El Colegió despidió a Manuel con el primer subcampeonato de su historia

Ganó el torneo el que mejor jugó los tramos finales. Y si bien los de bordó eran los preferidos en el corazón de las 7 mil personas que llevó Newman al CASI, Hindú festejó nuevamente. Desde el 2006, hasta este presente, los de Don Torcuato ganan finales consecutivas. Párrafo a parte para Lorenzetti; el octavo se jugó todo, y como siempre la dupla Fernández Miranda en los hilos de conducción de los de celeste y amarillo. En Newman, muy bién Santiago Piccaluga, el medio Torres, y los aplausos para Manuel que se retiró inscribiendo a su equipo en el subcampeonato.

Según lo que trasecendió, el CASI, vació la piscina del club, para, en caso de salir campeón Hindú, no pudieran realizar la tradicional zambullida. Los de la Cebra, prepararon toda la fiesta y el Elefante les orinó el pastel... Y eso no se hace!!! Se habló mucho de "ventaja" deportiva en las semis a favor del CASI. Malestar que se pretendió "ocultar" con una campaña de prensa en medios de comunicación amigos a la URBA, con declaraciones de jugadores que decían que "todo estaba bien", que "era fantástico jugar en el CASI"...Aunque por lo bajo el gran porcentaje decía off the record, todo lo contrario. Lo cierto es que los partidos hay que jugarlos y pese a que le pese a los de blanco y negro a rayas, en el vestuario del CASI se escucharon los cánticos de festejo de los de Hindú. Eso si, aunque los de Don Torcuato, le ganaron en las semifinales, y salieron por tercera vez consecutiva justos campeones, los dueños de casa, valga la paradoja, les "aguaron" la fiesta. No les permitieron zambullirse en su pile.

Dos ilusiones gigantes se disputaban el título del URBA Top 14 en la Catedral del rugby. Hindú y Newman querían conseguir la victoria para darle una alegría a su gente, que colmó la cancha del CASI y le dio un color pocas veces visto. Era más que ochenta minutos. Si hasta Felipe Contepomi viajó exclusivamente desde Irlanda para ver su Cardenal amado y el último encuentro de su hermano Manuel, que hoy le decía al deporte de la ovalada. Un partido que, estaba claro, se iba a jugar con el corazón y dejando todo hasta el último minuto. Empezó como una partida de ajedrez. Cada movimiento estaba calculado. Hindú trató de acorralar al rival con las patadas de Juan de la Cruz Fernández Miranda, mientras que Newman era defensa, garra y buscar el error ajeno. A los 8, Santiago Piccaluga abrió el marcador con un penal. Parecía que la maldición de las semifinales, donde no le había ido nada bien con el pie, había terminado. Hasta ahí, los de Don Torcuato eran un poquito más pero daban ventaja con algunos penales. Sin embargo, Hindú es un especialista para esta clase de duelos. Por eso, la primera que tuvo, acertó. Senillosa tomó la marca y definió perfecto el dos contra uno para que Francisco Díaz Bonilla se reencuentre con el try. El partido, que bajó un poco en intensidad, era a aprovechar los errores del rival. Manasa, que manejaba los hilos de la final, falló un drop. Hindú era mejor. Y lo demostró en el resultado. Movieron la pelota de lado a lado, Solano entró con mucha potencia y la concluyó Mariano Lorenzetti. Un 10-3 que reflejaba el desarrollo del encuentro. Y se podrían haber ido con tres puntos más al descanso, pero Senillosa erró un penal a los palos accesible. Newman tenía que tratar de conseguir la pelota porque todo estaba en manos de Hindú, algo que era muy peligroso. Los forwards de Don Torcuato empezaron con todo el segundo tiempo y se lo llevaron por delante a los de Bordó. Luego de un drop fallido de Manasa, un scrum a cinco metros a pedir de los bicampeones. Y con el empuje alcanzaron su tercer try, con Nicolás Fernández Miranda tirándose de cabeza y festejándolo con un grito que demostraba la importancia de este partido. Todo era para Hindú. Lo tenía a su rival contra las cuerdas por el juego y el marcador, que ya estaba 17-3. El correr de los minutos jugaba en contra de Newman. Poco podía hacer y era dominado por un conjunto que hacía pesar su experiencia en finales. Para peor de los de Bordó, los tres cuartos de Hindú se enchufaban y no le daban respiro. Juan Ignacio Gauthier arrancó con un sombrerito en mitad de cancha, y el pasamanos se hizo imposible de parar. 'Cómo terminó? Gauthier le ganó en la corrida a Santiago Piccaluga y apoyó un segundo antes. El árbitro De Luca pidió video ref y la decisión provocó el delirio de los de Don Torcuato que ya sentían que el título estaba en sus manos. A veinte del final, Hindú tenía todo liquidado. Newman dejaba el corazón. Quería su primer título de la URBA, pero estaban lejos. Además de luchar contra un rival durísimo, la suerte no estaba de su lado. Lucharon y dejaron todo. Un año para no olvidar, aunque el desenlace no fue el soñado. En el final, llegó al try a través de Basavilbaso para descontar, pero no alcanzó. Hindú gritó bien fuerte tricampeón. A pocas fechas del final, algunos insinuaron que Hindú no entraba en semifinales. Pero Hindú es Hindíu. Recuperó sus soldados y a sus cerebros: Nicolás y Juan Fernández Miranda. Y cuando están todos, los de Don Torcuato son, lo demostraron, imbatibles.

Por el tricampeonato, Hindú desató una fiesta que no tiene fin

De San Isidro a Don Torcuato, la euforia se extendió hasta la mañana de ayer; por la tarde, la celebración continuó en familia, en el club.

Domingo, 15.30. Un aire de felicidad inunda la soleada tarde en el Hindú Club y se refleja en el semblante de cada uno de los jugadores, entrenadores, esposas, madres e hijos que de a poco se acercan al club house . Al día siguiente de haber vencido a Newman 22-10 y conquistado el tricampeonato de la Unión de Rugby de Buenos Aires, razones para alegrarse es lo que sobra.

Los 30 partidos que duró la larga temporada (incluidos cuatro por el Nacional de Clubes) y lo difícil que resultó la final del sábado quedaron detrás de los festejos por el quinto título en la historia de Hindú. Cinco campeonatos que marcan una verdadera dinastía en los últimos quince años.

El fragor de la batalla se nota en la figura de cada uno de los gladiadores que lograron la hazaña. Nicolás Fernández Miranda renguea por el tobillo maltrecho. Su hermano Juan camina con cierta dificultad; varias cicatrices marcan su cara como huellas de lo que fue la batalla decisiva. Pero cualquier dolor es insignificante al lado de la satisfacción que denota un campeonato.

-¿Cómo estuvo la fiesta?

-No me preguntes a mí -responde el Gallego Mariano Lorenzetti, una de las figuras de la final. "Yo me instalé en la barra de arriba: no podía ni moverme."

Con el elefante como insignia infaltable, la celebración se trasladó de San Isidro a Don Torcuato y se extendió hasta bien entrado el domingo; las 8 de la mañana, para más precisiones. La fiesta, a la que no faltó nadie, incluyó un recital que ofreció la "banda" del club integrada por el Zorro Díaz Bonilla, Pancho Mourín, el Cubano Bosch y el Hacha Mangini, la performance del grupo Amar Azul , una comparsa, un toro mecánico, fuegos artificiales, música, baile, cantos y, algo de alcohol...

"Yo casi me mato", confiesa Andrés Lo Bianco al describir la palomita que practicaban tirándose desde arriba de la barra para que la multitud los ataje, algo que se convirtió en un clásico en los festejos de Hindú. Otros no tuvieron la misma suerte: un partidito de rugby improvisado a las 7.30 le costó una fractura de clavícula a un integrante de la división M-22.

"También vino mucha gente de otros equipos. Eso también habla muy bien del club", cuenta orgulloso el Chori Senillosa.

"No sé si vendrán muchos más, lo de anoche estuvo áspero", dice el medio scrum, escéptico respecto de que otros se puedan sumar para salir en la foto. Sin embargo, con el correr de la tarde, van llegando. El Chino Jorge Pulido, uno de los entrenadores, se encarga de llamar a los que faltan. "Juani [Gauthier] y Beli [Agulla] están en ESPN", explican, como si hiciera falta excusarlos.

Condición ineludible: en la foto tiene que estar toda la familia, y no sólo los jugadores. En Don Torcuato, no se cansan de resaltar que allí, en la familia, radica la esencia (y el éxito) del club.

Con el elefante como testigo omnipresente, todos se entusiasman por salir en la foto. Cantan, como si la celebración continuara; sonríen. Todo es un festejo extendido, que quién sabe cuándo cesará. Hasta 2009, por lo menos, Hindú seguirá siendo el rey.

"El año que viene los espero en el mismo lugar para la foto", había sido la invitación del Chino Pulido, en 2007, al día siguiente de la obtención del bicampeonato. ¿Alguien se atreve a predecir que el año próximo la historia no se volverá a repetir?

14 veces desde 1994 Hindú finalizó entre los cuatro mejores. En los últimos 15 años, sólo en 2000 cayó hasta la quinta ubicación. En ese lapso, consiguió cinco títulos, dos subcampeonatos, cuatro terceros lugares y tres cuartos puestos. Lo de Hindú ya es una dinastía.

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