“(El sindicalismo argentino)
se trata de un movimiento de masas dirigido por nacionalistas que contiene en su seno la organización proletaria delimitada en los sindicatos y que extrae de esta su fuerza social esencial”.
Héctor Lucero, “La larga marcha de la clase obrera argentina”, Coyoacán nº 1, México, 1977.
El secretario de Derechos Humanos de la CGT, Julio Piumato, se hizo un espacio en su apretada agenda para dedicarle una extensa entrevista a la Agencia Paco Urondo. En ella se abordó desde el sandinismo y Allende hasta la guerra de Malvinas. Pero el eje central de la entrevista es la constante histórica del multimedio Clarín en atacar a los gobiernos populares y sostener a aquellos que concentran la riqueza. Piumato demuestra ser no solo uno de los intelectuales más sólidos del movimiento obrero, sino del kirchnerismo en su conjunto. Una entrevista que NO será publicada en "el gran diario argentino".
Agencia Paco Urondo: A los trabajadores no se los referencia como víctimas de la dictadura, o al menos no tanto como a otros sectores. ¿Por qué le parece que se da esta situación?
Julio Piumato: Eso tiene que ver con una tarea de figuración de la realidad. Muchos de los que levantan la cuestión de los Derechos Humanos, y no estamos hablando de los organismos de Derechos Humanos, de las Madres, sino los medios de comunicación masiva, fueron cómplices de la dictadura y de sus objetivos. Es una características general de Argentina y de estos proceso históricos, los que fueron cómplices siempre quieren desvirtuar la realidad.
Reconocer que los trabajadores fueron las principales víctimas es ir al punto central del plan genocida: instalar un modelo económico que destruyera el Estado de Bienestar en el que vivía Argentina desde el peronismo: Para llevar esto adelante, los sectores económicos necesariamente deberían destruir a las organizaciones sindicales. La forma de destruir los sindicatos era destruir el trabajo. Es el huevo y la gallina. Eliminar el trabajo para eliminar los sindicatos o eliminar los sindicatos para instalar un nuevo modelo social excluyente, y sin posibilidades de dignificación para los trabajadores. Este plan está en el orden de batalla del general Viola de abril del 77, claramente establecido, no es una deducción. Realmente era central neutralizar la resistencia obrera al plan de Martínez de Hoz. Este era el sentido de la represión.
La desvirtuación también se dio porque algunos sectores del sindicalismo que manejaron la CGT, no pusieron del lado de los trabajadores el ahínco para recuperar esa historia y dejaron que las cosas transcurrieran. En ese periodo se desnaturalizó el sentido histórico y obviamente eso provocó que no se homenajeara a las víctimas como se merecían.
APU: ¿Qué rol tuvo el diario Clarín durante la dictadura?
JP: Clarín estuvo claramente a favor de la dictadura, está en los titulares del primer día: “jura el presidente” como si fuera algo normal. Hay declaraciones donde declaran que hubo 36 horas de censura y luego “vivieron con una libertad de prensa que no hubo en los periodos democráticos”. Esto es porque Clarín coincidía absolutamente con los objetivos de la dictadura militar, si decía todo lo que la dictadura quería escuchar no estaba sometido a ningún tipo de censura.
Yo recuerdo, ya avanzado el primer periodo, como taparon la cuestión de los desaparecidos, del genocidio, como bastardearon a todas las reacciones de Derechos Humanos. Cuando vino la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en el 79, Radio Mitre incitaba al Pueblo a que saliera a la calle a festejar el triunfo del (mundial) juvenil con Maradona en Japón. Llamaban a que les enrostraran los familiares de los desaparecidos esa alegría con la consigna “los argentinos somos derechos y humanos”. También en el 79, al cumplirse un año del Mundial, los canales de televisión organizaban un tour a Suiza o a Roma, donde jugaba Argentina, porque aparecían carteles de los exiliados denunciando el genocidio. Y acá Mónica Mihanovich, hoy Mónica Cahen D´Anvers, y Julio Lagos organizaban “el viaje de la verdad” para demostrar que los argentinos éramos “derechos y humanos”. Y en el 81, yo estaba preso, pero Clarín entraba a la cárcel, lo podíamos leer.
APU: La dictadura los dejaba leer Clarín.
JP: Claro, leíamos los análisis de (Joaquín) Morales Solá, que en ese momento era columnista de Clarín. Él escribía en la Gaceta de Tucumán, y cuando un general asumió en la Secretaría General de Presidencia lo trae para Buenos Aires, porque era funcional, amigo de la dictadura. Y ahí él fogoneaba la línea Viola - Videla como si fueran los democráticos de los militares, contra otra supuesta línea. Era como si hubiera buenos y malos y Videla y Viola eran los buenos. Ya te digo que la orden de batalla de Viola era reventar a todos los sindicatos en función del proyecto de Martínez de Hoz. Las columnas (de Morales Solá) daban asco, hablaban del diálogo de Viola. Leer a Morales Solá era como vivir en democracia más o menos.
APU: ¿Cuántos años tenía cuando estuvo preso?
JP: Cuando me detienen, 24 años.
APU: Ya estaba militando.
JP: Sí, sí, ya era dirigente del gremio Judicial.
APU: Hay muchos sectores medios que les cuesta entender que los trabajadores son las primeras víctimas del genocidio, porque esto es así, está en las estadísticas del Nunca más, por ejemplo. ¿Por qué le parece que se da esta situación?
JP: Lo que pasa es que hubo muchos sectores medios que apoyaron a la dictadura militar. Pasó igual con Menem. Acá el comportamiento de los sectores medios, no de ingresos medios porque ahí hay muchos trabajadores, lo que se llama la clase media profesional urbana, son esos sectores que acompañaron la dictadura, aunque su suerte está atada a los gobiernos populares que mejoran su situación. Con los gobiernos dictatoriales caen abruptamente, porque constituye la masa no contemplada por esos modelos. No fueron activos partícipes pero asumieron el discurso de la dictadura en cuanto sacaron provecho. Poco les importaban los desaparecidos, si podían se iban barato a Miami, o con menos fondos a Uruguayaza, con el famoso “deme dos” de la dictadura. Esos sectores tenían poco interés en reconocer lo que pasaba en Argentina.
Cuando la plata fácil se fue agotando y la situación económica también los golpeó, descubrieron de golpe, sorprendidos, las violaciones de Derechos Humanos. Después de Malvinas muchos se convirtieron en adalides de los Derechos Humanos. No habían estado entre las víctimas, por el contrario, eran el coro que se sumaban al “algo habrán hecho”. Pasó lo mismo con el neoliberalismo. Primero sobreactuaron su horror por lo que había pasado pero después desvirtuaron su comportamiento social porque sino ¿cómo se justificaba su accionar?, es decir, desvirtuaron que los trabajadores fueron las víctimas principales, y así no quedar ellos fuera de la victimización.
También existieron otros intereses poderosos, muy interesados en desvirtuar la historia. Si bien los militares fueron juzgados antes de la sanción de las leyes terribles de Obediencia Debida y Punto Final (de Alfonsín) y los indultos de Menem, hay que acordarse de que, cuando Alfonsín por asumir, hubo un encuentro al que vino Rockefeller. La condición que impuso en esa famosa reunión a los representantes electos fue que no iba a haber problemas si juzgaban a las juntas pero a “mis muchachos”, como llamaba al (secretario de Planificación Guillermo) Klein y todos los gerentes del vaciamiento de Argentina, debían quedar impunes. Esa realidad desvirtuada, en la que colaboró la tesis radical de los dos demonios, tiene que ver con eso que te decía. Sino, ¿cómo se entiende que Alfonsín almorzara codo a codo durante la dictadura con (el ministro de Interior) Albano Harguindeguy? Habían sido compañeros en el Liceo militar, tenían una relación muy estrecha y una tesis funcional a la desvirtuación de la historia. En ella no aparecían los trabajadores.
APU: ¿Cómo vivió cuando Alfonsín denunciaba un pacto “militar - sindical”?
JP: Era realmente un absurdo, pero esa fue una “picardía electoral”. En una querella donde Lorenzo Miguel denunció a Alfonsín, este lo dejo claro: “picardía electoral”, y eso es algo que no ha salido a la luz. Ya era Presidente cuando se desdijo, “que estaba dentro de las reglas de juego de una elección”. Toda esta desvirtuación (de los poderosos, de los sectores medios y del radicalismo) no coincide con la Historia. No solo de las víctimas sino tampoco con la resistencia, porque el único sector que resistió a la dictadura fueron los trabajadores. Esto más allá de las Madres de Plaza de Mayo, una experiencia increíble en la Argentina del Horror, una organización que surgió en medio de la resistencia. Pero de las organizaciones preestablecidas, la única que resistió fue la de los trabajadores.
APU: Hay dos paros generales en el 82.
JP: El primer paro general es el 27 de abril del 79. Pero desde el 76, está el de Ferrocarriles, el de Luz y Fuerza, en que lo desaparecen a (Oscar) Smith, los paros de la Ford, SMATA que le cuesta la vida a toda la comisión interna (de delegados gremiales) y en una segunda oportunidad el encarcelamiento. Son varios paros. Y después todas las otras formas de resistir de los obreros, escondiendo a las comisiones internas, haciendo peticiones que hacían como si fueran espontáneas y los verdaderos delegados eran preservados por los compañeros porque si sacaban la cara los mataban. No se llegó al 27 de abril de 79 por inercia. Fueron formas de resistencia que se fueron hilvanando para llegar a esa medida histórica.
APU: ¿La acción de Malvinas es entendida como una salida de la dictadura a la creciente movilización de los trabajadores?
JP: Obviamente. Sobre esto hoy se sabe más, porque se han desclasificado documentos del Departamento de Estado (norteamericano). La intención de la guerra de Malvinas era darle a la dictadura una salida elegante, incentivado por el Ejército de EEUU, que veía con preocupación como la oligarquía argentina se volcaba por un interés económico a la Unión Soviética. Hay que recordar que los Juegos Olímpicos del 82 fueron boicoteados por EEUU pero Argentina seguía vendiendo granos a la URSS. Además, por la política de Derechos Humanos de Carter, los envíos de armas estaban embargados, por eso se empezó a comprar en masa armas a la URSS. Esto preocupaba al Pentágono que promueve el golpe contra Viola poniendo en su lugar a Galtieri, que había estado en la Escuela de las Américas y en la represión de los sandinistas.
Él propone lo de Malvinas y para el Ejército norteamericano era fundamental porque, si bien eran aliados de Gran Bretaña, precisaban una base en el Atlántico Sur. Gran Bretaña tenía sus propios intereses y no le dejaba poner una base en Malvinas. La más austral era la Isla Ascensión, cerca de África y el norte de Brasil. Además le daba aire al ahogo de la dictadura y el fin era llegar a una solución negociada y meter las tres banderas en Malvinas. Eso se rompe por la reacción que en EEUU genera en el ambiente político una invasión denostada por ser hecha por dictadores y la reacción de Thatcher. Queda en el aire Galtieri con su delirio.
APU: Pero, ¿la invasión se arma por la creciente movilización de los trabajadores?
JP: Claro, claro, era una salida de la dictadura levantando en teoría una acción nacional. Pero era insólito pretender ganar esa guerra cuando tenías como canciller (Nicanor Costa Méndez) a un empleado de los bancos suizos y con una política que era beneficiosa para los intereses británicos. Si vos estás en guerra lo primero que tenés que hacer es confiscar los bienes de tus enemigos.
APU: Y no seguir pagando la deuda externa.
JP: No, sino todo lo contrario. (Los ingleses) usaban los campos en la Patagonia como base para hacer inteligencia en nuestro territorio.
APU: Un historiador, Álvaro Abós, dice que la movilización comienza a ser tan alta que mientras las huelgas estaban legalmente prohibidas, existían estadísticas oficiales de los días perdidos por huelgas y otras medidas de fuerza.
JP: Claro.
APU: ¿Qué impresión te dieron los caceroleros cuando salieron el mes pasado a manifestarse en Plaza de Mayo?
JP: ¿Ahora? Toda una maniobra de desestabilización, siempre los caceroleros en la historia moderna están identificados con los sectores pudientes que se alzan contra los gobiernos populares. Pasó con Allende en Chile, pasa en Venezuela contra Chávez y acá salieron con la misma receta. Fue todo fabricado, hay una evidente participación de los medios de comunicación, ellos incitaban a los caceroleros. Fijate que había cámaras de televisión en las esquinas antes que venga la gente, y al otro día agrandaban la cantidad, en realidad eran un puñado. Una arenga permanente. Fue un plan desestabilizador muy claro a todo nivel. Usaron el tema del campo como punta de lanza, buscaron deslegitimar un gobierno que había sido elegido hacía tres meses con un programa económico con apoyo masivo de la mayoría de los argentinos. Fue una forma de desconocer ese resultado y buscaron, por medio de un golpe mediático y de los grupos de poder económico, cambiar el eje del poder político en Argentina.
APU: ¿Qué posibilidad existe de cambiar la ley de radiodifusión? ¿Cómo le parece que está la correlación de fuerzas?
JP: Fue tan alevosa, escandalosa, la actitud de los medios, y fundamentalmente del más grande, Clarín, que demostró la incoherencia de la tan mentada libertad de prensa. Por ejemplo, censuró a Claudio Díaz, jefe del suplemento de zona Oeste de Clarín, que renunció valientemente. Hizo lo mismo con un columnista de la Voz del Interior, Enrique Lacolla, que tenía 33 años de actuación en el diario. Como ese diario es parte del Grupo Clarín, y esto trascendió públicamente, lo cesantearon. Falsearon la realidad de una forma absolutamente salvaje y con un desprecio absoluto hacia la verdad, tanto que ellos mismos generaron la posibilidad de poner en la agenda pública esto que los trabajadores venimos reclamando desde el primer momento de la democracia: acabar con una ley que fue creada por la dictadura más genocida y que hizo el mayor daño a la libertad de todos los argentinos.
Si la libertad de prensa la defiende una ley de la dictadura, esto demuestra que tiene mucho de libertad de empresa y nada de libertad de prensa. Y digo los trabajadores, porque desde le regreso de la democracia reclamaron este cambio, empezando por los trabajadores del sector, el Sindicato Argentino de Televisión. Después se creó la Confederación Sindical de Trabajadores de Comunicación Social, que llevó adelante propuestas de leyes que perdieron estado parlamentario pero que recientemente este proyecto fue actualizado y entregado a la nueva presidenta. Está valorado como un trabajo serio al derecho de la televisión.
APU: El martes 1 de abril, los trabajadores mostraron en Plaza de Mayo ser el sector más poderoso que sostiene al gobierno nacional. ¿No piensa que habrá una creciente ofensiva de los medios masivos y en especial de Clarín a la imagen de los trabajadores y especialmente sobre la conducción de la CGT?
JP: Eso es permanente, los trabajadores nunca tuvimos buena prensa en nuestra lucha. Sea en la época de la dictadura o del neoliberalismo de Menem, siempre trataron de quitarle peso a nuestras demandas, y cuando no pudieron quitarnos trascendencia, trataron de enfrentarnos con otros sectores de la población que se verían afectados, por ejemplo, por la falta de transporte. Esta actitud no la tomaron cuando el campo cortó las rutas de una manera injustificada. Eso forma parte de la manipulación, son empresas periodísticas que responden a un modelo de país que no contempla la justicia social o a la inclusión como uno de sus valores. Apostaron siempre al monopolio y a la concentración de riqueza, a una posición de privilegio sin importarles la pobreza más que un simple artículo periodístico. Hay una postura militante de las empresas de comunicación a favor de ese proyecto de país, están abiertamente jugados y van a operar en ese sentido.
Más hoy, que el multimedio Clarín tiene una gran incidencia en la producción agropecuaria. Tiene empresas sojeras, y su jefe número dos, que agredió al fotógrafo de Crítica es el principal productor de arroz en Argentina. Este poder concentrado tiene intereses vinculados al campo y a través de sus medios defiende esos intereses empresarios. Cambiar esto implica una tarea difícil pero fundamental para afianzar la democracia de los medios y la de los argentinos. Porque si lo que va a decidir qué está bien o que está mal son estos medios concentrados, que falsean la realidad sin ningún prurito, estamos muy mal.
Ese relato de la realidad incide en sectores de la población que tienen una imagen distorsionada de los trabajadores organizados. Pero en los trabajadores no inciden porque fijate que son la principal apoyatura de este gobierno, y porque la organización sindical es una creación auténtica de los argentinos. Sino fuera así, no se explica como sobrevivió a la dictadura más sangrienta que vivió Argentina y al genocidio social del neoliberalismo. Reprimió y mató de hambre a miles de compatriotas. Puede haber dirigentes que no estén a la altura de las circunstancia pero en general, los trabajadores organizados están comprometidos con un modelo, un modelo que en Argentina se demostró que se puede vivir bien, no estamos peleando por una utopía.
En esa convicción está la fuerza de las organizaciones de los trabajadores. En los momentos difíciles como el 1 de abril demostraron su capacidad de movilización y estar dispuestos a defender la democracia y a un gobierno popular que ha marcado para este periodo un objetivo: que no quede ningún excluido en la Argentina y que la distribución del ingreso se dé sobre la base que todos los argentinos puedan vivir con dignidad. (Agencia Paco Urondo)