BOCA 2 - TIGRE 3 . Tigre maltrató a Boca

Una victoria ejemplar. Por simple y por eficaz, el equipo de Cagna dio el golpe y sigue acechando al líder San Lorenzo. Boca jugó 52 minutos con uno menos, no supo definir y desnudó sus debilidades.

Con argumentos sencillos. De esos que comulgan con la antigua pero aún vigente tradición que responde a una forma de sentir y de expresar el juego. Razones de la victoria de Tigre. Simples, valiosas y poderosas razones. Quizás, en el balance estricto de los merecimientos, parezca una recompensa exagerada. No es tan así, aunque haya lugar al debate. Tigre con su esquema tradicional de cuatro defensores, cuatro mediocampistas y dos puntas desplegó un planteo digno, que se enriqueció y potenció sus virtudes con las oportunas y clave definiciones de Morel y una pizca de picardía de Luna. Es más, si Morel hubiese estado fino, hasta pudo redondear una goleada histórica. Pero no le fue sencillo a Tigre, claro. La ventaja, inesperada pero legítima de dos tantos, de pronto quedó neutralizada por la virulencia con la cual Boca quiso cerrar sus heridas. Y el empate parecía presagiar un futuro incierto. Sin embargo ese latigazo de Morel que desparramó al dubitativo Caranta selló un marcador que Boca nunca pudo torcer pese a su voluntad, su entrega, su esfuerzo, la valentía para evitar la caída. Y el espectáculo se vio favorecido, por supuesto. Porque Boca sin Battaglia tensó la cuerda, apuró, presionó, buscó. La firmeza de Papparato, Blengio, Arruabarrena y compañía se lo impidieron. Pero vale el reconocimiento. Cayó de pie, Boca. Ganó con la frente alta y repleto de orgullo, Tigre. En esos momentos en los cuales los equipos tratan de encontrarle la vuelta al control de la pelota, ajustar los desplazamientos, intentar ubicar los lugares para llegar con elaboración de maniobras, apelando a la individual o al contraataque, Tigre se puso 2 a 0. Primero, usufructuando las dudas de Roncaglia y Paletta. Enseguida demostrando como aprovechar la sistemática tendencia de los arqueros de estos tiempos que abren un hueco tentador por cubrir ambos palos. El disparo seco y fulminante de Morel al poste izquierdo lo dejó a Caranta sin defensa. Boca reaccionó. Y usó el medio como plataforma de organización, equiparando la inteligencia y la habilidad de Rusculleda para iniciar las contras y la viveza de Morel para descubrir huecos entre Paletta y el otro Morel, el Rodríguez. Y Román fue el bastonero. Pero Román no es del montón. No es un correcaminos, tan seductor en esta época. El diez es un continuador de los que disfrutaron al Coco Rossi, Grillo, Menéndez, el Ronco Onega, Alonso, Bochini, Va al tranco y localiza los huecos. Y siempre se la da redonda a uno de la misma camiseta. Tres habilitaciones exquisitas lo distinguieron. Es verdad, los que no vieron lo de antes y solamente ven "esto" y los consume la soberbia mediática por ignorancia, lo critican. Los que apreciamos su calidad, no. Román, metio mil pases. lo dejó sólo a Dátolo, pero Dátolo no es el Mono Más -que rompía la red- y despachó un centro inútil. Y a Calvo lo puso en posición de centro gol. Y nada. Igual la persistencia de Boca tuvo eco. Battaglia achicó tras un buen pase de Viatri y Blanco convirtió en empate otro envío alto con destino a los guantes de Islas. Pero enseguida, otro mazazo. De Morel, el de Tigre, puso el tercero sin anestesia. En el complemento Boca gastó todas sus energías, pero arrimó poco peligro. Insistió tozudamente. Tigre se sostuvo con orden y desaprovechó las ofertas del fondo local. La última de Lázzaro fue para llorar. Ni la frescura de Gaitán o de Chávez le alcanzaron a Boca para salvar el invicto. Lo dejó, dando lo que podía. Con "medio" Palacio, con el talento intermitente de Román, el gesto audaz del resto. En esta ocasión, Tigre no le perdonó sus errores. Y le dejó en evidencia sus flaquezas, Que son varias. Más, tal vez, que su presunto cansancio. Prendiendo una señal de alarma, imposible de ocultar.