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domingo, 7 de junio de 2009

LA DOCTORA: UNA TORCUATENSE ES REVELACIÓN EN LA MEDIANOCHE DE CANAL 7

Su personaje desopilante, la médica Susana Lamedi, llegó a la televisión después de pasar por varios escenarios del varieté. Marina Bellati, una revelación que empieza a ser cara conocida.

Hola! ¿Qué tal? Soy Susana, soy siempre igual. Me pidieron unos tipcitos para combatir todo lo que es gripe porcina, aviar, dengue y la gripe de toda la vida. Básicamente la diferencia de síntomas es… ninguna, así que más que nada hay que ver lo que sí y lo que no ante estas pandemitas. Lo que no: aspirarle el estornudo a otro. Darse besos con extraños y con conocidos. Mirar muy fijo a nadie. Salir de casa en horas pico. Entrar en pánico. Lo que sí: tener laboratorio, fábrica de barbijitos y varios medios de comunicación. Y estar atento, lógico". La que pone al servicio del lector estos sabios consejos es la mismísima doctora Susana Lamedi (MN 03. XB6598), en una rarísima excepción de su parte, ya que no acostumbra andar publicando gratuitamente sus conocimientos por ahí, más allá de su espacio en las medianoches de Canal 7, en el programa auspiciado por los dudosos Laboratorios Dormevú, a cargo de Mex Urtizberea, y antes en el matutino Mañana vemos, también de Mex y Carla Czudnowsky, o en algún que otro varieté del teatro under porteño. Si usted no conoce a esta especialista "en todo lo que es salud y enfermedad", no tiene más que sintonizar la emisora estatal antes de irse a dormir o leer esta entrevista que probablemente le despierte la necesidad. Quien está debajo de la peluca despeinada y el ambo desprolijo es la actriz Marina Bellati, quien sí se ofrece gratuitamente a repasar cómo construyó tan querible y desencajado personaje. "La médica surgió porque mi vieja vive cerca del Fernández y yo me tomaba el colectivo enfrente del hospital para ir a la facu. Frente a la parada había un barcito, yo veía mesas con los tipos con ambo, tomando birra y fumando puchos que daba calambre, en pleno mediodía, y no la podía creer. Parecía como que estaban delinquiendo, como que eran chorros de la medicina, y yo los miraba y a veces dejaba pasar un par de 110 y me quedaba escuchando. Eran muy guarros, hablaban mucho de sexo, puteaban mucho. Y un día dije: 'Esta es la mía'." –¿Cómo y cuándo esa observación de ojo clínico pasó a la acción? –Lo empecé a hacer en (el varieté) Veladas temáticas hace muchos años. Me escribí un monólogo para el que tardé bastante, porque soy muy detallista, y después lo hice durante tres años en el Cabaret del Anfitrión (otro varieté). Fuimos muchos los actores que usamos ese escenario para redondear personajes que después fueron populares, y ahí se terminó de dibujar perfectamente lo que era para mí esta médica". La creación de Bellati tuvo sincera aceptación por parte de facultativos y facultativas. "Muchos se me acercan y me dicen que es tal cual, y piensan que me metí en el Churruca seis meses a investigar. Mi ginecóloga, que muchas veces también es fuente de inspiración, se muere de la risa. Algunos se sienten más identificados que otros, porque hay médicos más relajados y otros que son muy ortodoxos, pero todos se lo toman con humor, porque es simpática la doctora, no es garca, y hace mala praxis de colgada nada más, no de mala mina". Susana Lamedi es capaz de practicar, en cámara, el "prequirúrgico y la operación todo junto" para extraer un radiador del estómago a un paciente que, según le comenta por lo bajo a Mex, "tiene las valijas hechas para irse de gira en cualquier momento"; o de dejar al enfermo abierto "para que antes de coserlo lo vea un gasista matriculado". También puede recordar con ternura el caso de otro paciente que cayó en coma en el 84 y quedó "mirame y no me toques"; o hasta tiene el don de solucionar en vivo la angina galopante de una televidente con sólo una palabra: "Nebulizacioncitas". Bellati tiene 28 años y se confiesa hipocondríaca y "re–nazi" de la medicina ("me hago chequeos todo el tiempo y consulto todo"). No tiene médicos en la familia y, curiosamente, tampoco tiene televisor. En realidad tiene uno para ver películas, con una antena casera como para sintonizar el programa: "Se ve pésimo, no se distingue si soy yo o Mex, y a mi novio le tengo que explicar todo lo que voy haciendo para que entienda lo que pasa. Es un plomo", reconoce. La falta del servicio televisivo en su PH de Palermo es sin embargo coherente con su vida: la chica que hace publicidades, participó en varias tiras y desde hace tres años fatiga programas diarios no es –ni de lejos– hija de la televisión. "Me críe en Don Torcuato en algo bastante parecido a una granja hippie. Llovía, todo era barro y no podíamos ir al cole, era como si viviéramos en Purmamarca pero en Don Torcuato, y yo tenía mucha dicotomía porque iba a colegios ingleses, en la zona de Pilar. Mis compañeras tenían casa con ascensor y yo no tenía ni tele ni teléfono. Era todo rarísimo", cuenta. Siempre quiso actuar, pero en aquella época –dice– la Panamericana "tenía medio carril" y "era un plomo" trasladarse para estudiar actuación. Hasta que, a los 16 años, su familia se mudó por fin a la Capital. "Mi mamá (la diseñadora de ropa Clara Ibarguren) es amiga de Inés Estévez y ella le recomendó que fuera al taller de Nora Moseinco. El primer día que fui, me volví loca", resume sobre el lugar en el cual se entrenó durante siete u ocho años. Luego pasó por el taller de Ricardo Bartís, hizo dos obras de Mariana Chaud (Sigo mintiendo y Helecho) y después participó del elenco de Teatro para pájaros, una obra de Daniel Veronese que estuvo en cartel dos temporadas en Buenos Aires y giró intensamente por México. En medio de su formación, partió a Barcelona a estudiar con Manuel Lillo ("una perlita", lo califica). Ahora, Marina transita el tercer año de la carrera de locución en la escuela Eter ("me encanta jugar a la radio y poder cobrar más haciendo comerciales"), piensa retomar Letras en algún momento, y lamenta no poder participar en otros proyectos para los que la convocan por sus trasnochados horarios en la tele. Pero tampoco es que la tienta cualquier propuesta que le acercan y, menos, si se trata de exponer demasiado a sus personajes. –¿Te piden a Susana Lamedi para humorísticos o publicidad? –Sí, pero no hace, la re cuido, la verdad es esa, no hago cosas que me den mucha vergüenza ajena, no me gusta que irrumpa en un lugar donde están cuatro tipos sentados y hacerlos reír. No me gusta entrar a lo de Marcelo (Tinelli) y hacerle el caldo gordo y que se rían de mis chistes. No soy un payaso, soy una actriz. –Los médicos la aceptaron, ¿y el público qué te dice? –Aunque estoy muy caracterizada, porque en realidad soy rubia y de pelo largo, me pasó hace poquito que me tomé un colectivo, el 93, y le digo al chofer "1,20, por favor" y me dice, "No, doctora, a usted no le voy a cobrar". Después le mandé saludos en el programa.

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