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miércoles, 11 de febrero de 2009

La Hiena Barrios: “Quedate tranquilo: no voy a terminar como Bonavena”

La Hiena quiere filmar su vida. Ahora proyecta algunas escenas sobre el mantel de una mesa de café. La primera imagen es en blanco y negro. Tiene seis años, vende frutas en Plaza Constitución. Vocea con cierta gracia: “Elija, elija, elija/ por el precio no se aflija”. En casa había que parar la olla… De pronto, avanza en su historia, ya en color.Ahora tiene doce años y sube y baja de los trenes vendiendo alfajores. En una de las cabeceras, un hombre de unos cincuenta años le advierte: “Si querés vender acá, tenés que arreglar conmigo”.
Y Jorge (así llama a su personaje, nada de La Hiena aún) no lo duda: le pega una patada en la entrepierna y huye con su caja a cuestas. A los pocos metros lo detienen y le dan una paliza. Se queda llorando: primera pelea y knockout en contra. Sabe que no puede volver a casa con las manos vacías. Se acerca a una pareja que espera el colectivo, pone cara de loco y los asalta. “De chamullo y atropellada”, aclara. Así, la vuelta al conventillo de Tigre tiene otro sabor. En las últimas cuadras apura el paso para llevarle a su mamá algo de plata, que servirá para preparar el almuerzo. Cuando entra al pasillo, se choca con doña María, una vecina que está lavando la ropa en un fuentón de acero inoxidable. “Decime, Jorgito, ¿qué querés ser cuando seas grande?”, le pregunta. El chico se detiene en la mitad de la escalera de madera y, pese a su desgraciado debut en el mundo de las piñas, responde: “Campeón mundial, doña María, campeón mundial de boxeo”. Jorge Rodrigo Barrios (32 años, ex campeón mundial de boxeo y actor improvisado) sale de la pantalla, vuelve a la mesa de café e insiste: “Sí, tengo ganas de escribir un libro y filmar una película sobre mi vida. Me encanta contarle a la gente mis historias. La otra opción sería un programa de radio, ¿no? Pasaría música, haría entrevistas picantes con algún invitado y, mientras tanto, voy relatando anécdotas. ¿Sabés las cosas que tengo para contar?”. Mientras habla, su hijo Mauro (14) le alcanza un sándwich de milanesa. Ya lleva más de un mes en Mar del Plata. Llegó el 20 de diciembre, junto a su mujer, Laura, y sus hijos Mauro y Yamila (6). Viven en una casa que alquilaron frente a Punta Mogotes. Pronto volverán a Buenos Aires. Y en febrero Rodrigo partirá rumbo a California. Después se instalará en México para ponerse en forma. Su idea es realizar tres o cuatro peleas este año para, en marzo de 2010, volver a pelear por el título mundial. “Sueño con ganar el título en la cancha de Tigre. Quiero armar ahí mi última pelea”, dice. Ya tenés 32 años. ¿Todavía te sentís en carrera para volver a pelear por el título? –La edad no importa. Lo único que cuenta son las ganas que vos tengas de luchar por las cosas que querés. Y yo necesito retirarme campeón del mundo. No por la plata: es por la gloria. –¿No pensas en la bolsa? ¿Tan bien estás económicamente? –Una vez, Eduardo Lever, un amigo, me dijo: “Vos, Rodrigo, te tenés que asegurar la plata para los fideos”. Y eso ya lo tengo ganado. De acá a que me muera, mi familia puede comer fideos con tuco. –Sobran las historias de boxeadores exitosos que terminan mal... –Con la primera plata grande que agarré me hice la casa. Después trato de no patinarme toda la que gano. No quiero terminar arruinado. Yo sufrí mucho de chico y no quiero volver a pasar hambre. Desde los 15 años, cuando me fui de mi casa, como dos veces por día. –¿Alguna vez pensaste que podías terminar mal? –¿Qué significa terminar mal? –Como Gatica, Monzón, Bonavena… –Nunca tuve miedo de terminar como Bonavena. Cada uno elige cómo quiere vivir y cómo quiere morir. –Algunos pueden elegir cómo vivir, pero la muerte muchas veces llega de imprevisto. –Puede ser, pero a veces uno también se lo busca. Yo una vez intenté suicidarme, pero al final la bala no salió… –¿Cómo? ¿Cuándo sucedió eso? –En el 2005, cuando murió Rodrigo, mi hijito recién nacido. Vivió 15 horas y 45 minutos. Y me entregaron el cuerpito en una bolsa negra. ¡Los quería cagar a todos a trompadas! –¿De qué murió? –Nació prematuro, pesaba 400 gramos. Yo estaba entrenando y, cuando me enteré de que habían internado a Laura, me fui volando al hospital. Cuando llegué, me di cuenta de que estaba todo mal. Me paré en la puerta de terapia intensiva y le empecé a cantar: “Porque yo soy del Matador/ te llevo en el corazón”. Es una canción de la hinchada de Tigre, para que la escuchara mi hijo. De pronto salió el médico y me dijo que no lo alborotara más… –Entonces intentaste suicidarte... –Sí. Lo enterramos en el cementerio de Tigre. Después me fui a Villa La Ñata, para estar con los pibes y olvidarme. Pero cerca de las cinco de la mañana me pintó el bajón. Escuchaba que mi hijo me llamaba. Ahí me puse un 38 largo en la cabeza y gatillé… pero el tiro no salió. –¿Después nunca se te volvió a cruzar la idea de terminar con tu vida? –No. Fui al psicólogo y el tipo me la sacó de una. –¿Cómo hizo? –Fácil. Me dijo que yo podía hacer lo que quisiera, pero que no me olvidase nunca de que “de padre suicida, hijo suicida”. Ahí pensé en Mauro y en Yamila… ¡y ya fue! Ahora pienso en otra cosa: quiero ponerme bien, hacer tres peleas, ganar el título y retirarme. Ya me cansé también del boxeo. –¿Perdiste las ganas de entrenar? –No. Me cansé del entorno que rodea al boxeo. Todos los managers son unos delincuentes, una mafia. Mientras vos ponés la cara arriba del ring, ellos se llenan los bolsillos. –¿Y se puede hacer algo contra eso? –No creo… Bueno, en realidad sí: esas tres peleas que te conté las voy a armar con mi familia. Algunas van a ser en el Luna Park. Me voy a traer un buen rival y voy a meter buenas peleas de fondo. Y después, en el 2010, voy con todo por el título y me retiro. –Recién dijiste que los fideos los tenés asegurados, pero algo vas a tener que hacer cuando cuelgues los guantes. Ya debutaste como actor de cine. ¿Querés seguir ligado a la actuación? –Es que los fideos los tengo asegurados con la tele. Siempre aparece algo que me deja un billete. En su momento fue la película, después surgió lo de Bailando por un sueño… –¿Te gustaría volver a trabajar con Marcelo Tinelli? –Me encantaría, porque fue maravilloso. Creo que podría haber ganado el concurso… –¡Si quedaste eliminado...! –¡No, papá, fue todo un arreglo! Cuando me enteré de que Juan Manuel Márquez no tenía rival para pelear, no lo dudé: llamé a la gente de HBO y pedí boxear. Cuando me dieron el okey, le dije a Marcelo: “Disculpame, pero rajo. Esta no me la puedo perder. Renuncio a la fortuna que vos me podés pagar”. –Visto y considerando que perdiste la pelea, ¿no sentís que fue una locura dejar la tele? –¿No entendés? ¡Yo quiero ser campeón mundial!

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