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martes, 4 de marzo de 2008

Un hombre fue a un bautismo colectivo en el río y murió ahogado

Omar en vida, y el rescate del cadaver por la policia
Fue a un bautismo colectivo y se ahogó en el río Reconquista, OCURRIO EN MORENO Y EL JOVEN TENIA 18 AÑOS. Había acompañado a un amigo que iba a ser bendecido y decidió bañarse en el lugar. Omar Díaz tenía 18 años y era hijo de un carpintero. El domingo fue junto a su hermano Rodrigo, tres años menor, a la orilla del río Reconquista para una ceremonia de bautismo evangélico. Aunque le dijeron que no se metiera en el agua, desoyó las indicaciones y terminó dando manotazos y pidiendo auxilio porque se ahogaba. Sólo lo sacaron los bomberos, cuando ya no tenía vida. Pastores de la iglesia “Ejército Evangélico” dijeron que el rito se hace con asiduidad, pero siempre en la orilla. "No era un día de camping sino un rito religioso; se suele hacer en la orillita y eso no resulta peligroso", dijo el pastor Jorge Bisagra. Oscar Díaz, el padre de Omar, dice que nadie lo empujo, que él entró solo al río a pesar de las advertencias. En la comisaría 7ª de Moreno negaron que el grupo haya tomado bebidas alcohólicas. Y explicaron que los ahogados son para ellos parte del trabajo cotidiano. "En nuestra jurisdicción se ahoga uno cada dos semanas. Es un río donde tenés el agua en la cintura, hacés un paso y hay cinco metros de profundidad. Y hay ramas donde te podés enganchar", explicaron.
El hijo del carpintero era un buen pibe. "Sano de mente y de alma", dice Oscar, el padre, esperando en su casa en San Miguel el cuerpo de su hijo que no llega de la morgue. Omar, 18 años de vida, se ahogó el domingo en la profundidad de un río de curvas bellas, aunque contaminado: el Reconquista, río traicionero. Había acompañado a unos amigos que participaron de una ceremonia de bautismo evangélico colectivo en esas aguas, donde no está permitido bañarse. La Policía no imputa a nadie; el padre no culpa a nadie. Pero tampoco busca consuelo en Dios. Unos amigos invitaron a Omar Díaz y a su hermano Rodrigo, tres años menor, a pasar el día a la vera del río. Los amigos iban a participar del rito. Pastores de la iglesia "Ejército Evangélico" dijeron que lo hacen siempre, en tierra. Que nadie puede meterse al agua. "No era un día de camping sino un rito religioso; se suele hacer en la orillita y eso no resulta peligroso", dijo el pastor Jorge Vizgarra . Omar lo vivió como un día para pasar entre amigos, los mismos con los que se sentaba en un tronco colocado como banco frente a su casa, en la calle El Zonda, a pocos metros de una comisaría. Donde su padre soltaba consejos: "Esquívenle a la pelea; a esas cosas que se dicen ahora, de chetos, de negros villeros, no les den importancia". Los chicos le llevaban la contra en lo futbolero. Padre de San Miguel, Omar de Chacarita, Rodrigo de Morón. Pero parecían escucharlo. Oscar Díaz no se queja de eso. Oscar veía en su hijo un defecto: creía que lo podía todo. "Creyó ser omnipotente. Se desubicó, le salió mal la jugada y pasó lo que pasó. Fue de canchero". Ni hubo empujón, dice el padre, con lo que le contaron. "Nada de alcohol en ese grupo, eh", destacaron en la comisaría 7ª de Moreno. Para ellos los ahogados no son novedad. "En nuestra jurisdicción se ahoga uno cada dos semanas. Es un río donde tenés el agua en la cintura, hacés un paso y hay cinco metros de profundidad. Y hay ramas donde te podés enganchar". Los chicos habían jugado a la pelota. En un día fresco como fue el domingo, Omar tuvo calor y se le ocurrió tirarse al agua. Invitó a otros, pero nadie lo siguió. El Reconquista se lo tragó. Reconstruyó la policía: "Empezó a los manotazos, a decir que se ahogaba". Al cuerpo lo encontraron enseguida: los chicos lo vieron irse por última vez y le indicaron el lugar exacto a los bomberos voluntarios de Moreno. Cuando el teléfono sonó en la casa de los Díaz, el padre escuchó las vueltas en estos casos. "No se asuste, pero su hijo se metió al agua y no lo encuentran", le dijeron. "Listo, no hay que pensarlo más", se dijo Oscar y relacionó todo con esa debilidad que veía en su hijo. Supo en ese instante que estaba muerto. Al llegar al sitio que le indicaron, el camino de la Ribera y Antofagasta, el cuerpo del chico estaba en una bolsa. Se lo llevó un coche fúnebre. "Si viera el interés del oficial de la 7ª. de La Reja para que contrate esa cochería... Van prendidos", dispara el padre su única bronca. De los evangelistas no dice nada. "Tengo que ser objetivo", dice el padre. "Le dijeron: no metas, no te metas, y él se metió. Lo retaron, sólo puedo hablar de la negligencia de no ponerse firmes, pero tengo que ser realista: el tema de la obediencia era un mal endémico en él". Omar habla del chico como a la distancia; sabe que el peso de lo sucedido caerá sobre él cuando en el taller de carpintería gire para pedirle una herramienta y no lo encuentre. Omar se había convertido en un experto colocador de zócalos. Hijo y ayudante.

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